El caso Riggelman 

Cómo un aneurisma de aorta fue reparado 
a través de un corte de 7.5 cm en la ingle

El aneurisma de aorta torácica inoperable

Esa mañana Carlos Riggleman se miraba en el espejo la enorme cicatriz de casi 90 cm que se extendía desde la parte media de la espalda, cruzaba la mitad lateral del tórax y terminaba en la cara anterior de su abdomen, cerca al ombligo.

A pesar de ser un veterano de guerra de 72 años la cicatriz no tenía nada que ver con su historia heroica. Fumador desde muy joven había sido vencido por la arteriosclerosis coronaria. No el campo de batalla sino los quirófanos fueron testigos de ese descomunal corte. Carlos había pasado por 3 cirugías cardiacas a corazón abierto durante las cuales su corazón dejó de latir mientras su sangre corría impulsada por una bomba de circulación extracorpórea.

Los pulmones de Riggleman no solo tenían lesiones por el tabaco, las largas operaciones habían adherido el pulmón a la pared del tórax. Esa mañana Carlos volvió a tener un acceso acostumbrado de tos, y cuando se inclinó sobre el lavabo escupió sangre y un poco más y más y seguía expectorando sangre cuando entró de urgencia a un hospital de Pennsylvania. 

El primer estudio de rayos X mostró una sombra redondeada sobre su arteria aorta. Los estudios de imágenes posteriores confirmaron lo que se sospechaba: Carlos tenía un aneurisma de la aorta torácica apoyado sobre su corazón.

El aneurisma es una protuberancia similar a un globo formado por las capas de la arteria aorta. El aneurisma cuando crece pueden alcanzar otras estructuras. En el caso de Carlos el aneurisma estaba a punto de romperse sobre un bronquio profundo del pulmón izquierdo. De suceder esto la muerte hubiera sido instantánea, asfixiado por su propia sangre y desangrado hasta el límite.

El aneurisma debía entonces ser reparado de urgencia; pero los médicos que lo atendieron observaron que él no resistiría una apertura del tórax nuevamente. El aneurisma y el tejido cicatricial de sus cirugías pasadas bloqueaban el acceso a la arteria aorta. Fue cuando se decidió que Carlos Riggleman sea trasladado al Hospital Johns Hopkins. El Dr. Lawrence Hofmann estaba probando una técnica disponible solo en doce lugares del mundo: la colocación de una prótesis dentro de la arteria a través de una mínima incisión en una arteria periférica.

El Dr. Hofmann hizo una incisión de 7.5 cm en la ingle de Riggleman hasta disecar la arteria femoral. Utilizando las imágenes en tiempo real de la radioscopia, el cirujano insertó un catéter conteniendo un cilindro de 15 cm de largo y lo avanzó dentro de la aorta hasta llegar a la región torácica. Cuando el catéter fue ubicado ligeramente por encima del aneurisma, Hofmann tiró de una cuerda para desplegar el cilindro que era en sí una prótesis intravascular o endoprótesis comprimida. El sistema se abrió como cuando se despliegan las velas de un barco metido dentro de una botella. La sangre que antes fluía hacia el aneurisma empezó a fluir a través del implante. La sangre estancada en el aneurisma terminó coagulándose y este con el tiempo redujo su tamaño.

Carlos Riggleman volvió pronto a su vida normal. Una vez más había vencido a la muerte. Él, que estaba habituado a sufrir procedimientos invasivos solo exclamó que este había sido «un verdadero milagro».

Sobre el Dr. Lawrence Hoffman

El Dr. Hoffman del Departamento de Radiología Intervencionista y Cardiovascular de Johns Hopkins ha desarrollado con sus colegas un programa de entrenamiento para doctores internacionales donde su equipo muestra in-situ a los doctores y sus equipos clínicos como desarrollar y perfeccionar una larga lista de intervenciones de invasión mínima. Estos entrenamientos permiten a profesionales de todo el mundo aumentar sus conocimientos prácticos en su propio ambiente de trabajo y con sus propios pacientes.

 
El doctor Lawrence Hoffman con el stent (endoprótesis) que usa en pacientes con aneurisma torácico de alto riesgo.

 
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